EN EN LÍMITE DE LA CASA DEL PADRE

LOS CRISTIANOS NOS HEMOS OLVIDADO DE ALGO PRIMORDIAL EN NUESTRA FE: ESTE MUNDO ES UN PUENTE HASTA LA CASA DEL PADRE. HAY UN MÁS ALLÁ DE LA MUERTE Y HAY UN ALMA INMORTAL. Y LA CIENCIA,LA MEDICINA,LA NEUROCIENCIA Y LA MECANÍCA CUÁNTICA NOS DICEN QUE ES CIERTO.
EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE CONTADAS POR SUS TESTIGOS Y ANÁLISIS DE DICHAS EXPERIENCIAS DESDE UN PUNTO CIENTÍFICO Y ESPIRITUAL.

ECM DE KAREN (EE.UU.). CAUSA: ATAQUE CARDÍACO

Llegué a esta experiencia con una historia de dos años de complicaciones médicas que se desarrollaron por terapias adyuvantes al cáncer. Eso era regularmente marcado por sustos recurrentes por el cáncer y cirugías continuas. Debido a estas condiciones, raramente salgo de casa y recientemente nos mudamos de regreso de donde nos retiramos en el sur, a la área rural en el norte donde vivíamos.
Antes de esto no tenía historial de condiciones del corazón y la presión arterial era abnormalmente baja. Por tres semanas sufrí de dolores de pecho inexplicables. Dos veces en una semana pedí ayuda en el área de emergencia en el hopital, sin ningún resultado. Era claro que después de la primera visita el personal del área de emergencias me consideraban como una hipocondríaca que estaba hacíéndoles perder el tiempo. Otra opinión diagnosticó equivocadamente los dolores de pecho como reflujo gastro-esofagal.
La mañana del ataque había tomado precauciones especiales para una excursión insólita a la tienda. Cuando nos metíamos al estacionamiento tuve dolor de pecho y tomé una Nitro (la única medicina que en emergencias proveyeron). Ya que llegamos a la puerta me paré para otra. Para cuando regresamos al carro tomé todavía otra. Cuando salimos del estacionamiento ya estaba desesperada, confundida del por qué las pastillas Nitro no funcionaban. No queriendo regresar al área ofensiva de emergencias de nuestro hospital, nos salimos del pueblo hacia nuestra casa, por este hermoso camino campestre con colinas. Era el día con el clima perfecto, el sol estaba brillando y el aire estaba fresco.
Todos mis sentidos corporales me empezaron a decir que algo estaba horriblemente mal. Me retorcía de ansiedad y de dolor, sintiéndome  asustadamente indispuesta. El cielo azul por delante se convertía cada vez más en varios grados en un blanco iluminado, cada etapa del blanco iluminado más brillantemente que el último. En contraste total, el verde exuberante del lado del camino se convertía en un oscuro amenazante. Los lados oscuros del camino eran gradualmente consumidos, como que si fueran disminuidos por estos cegadores y progresivamente envolventes rayos de luz pura, brillantemente radiantes.Con un sentido de urgencia me oí a mi misma diciendo en voz alta "Algo está realmente mal, todo se está volviendo blanco, ¡Todo se está volviendo blanco!" Con temor a mirar a otro lado y en cierto asombro de lo que estaba viendo, traté de ver a mi esposo con mi visión periférica. Literalmente temía si no miraba a la luz blanca de enfrente, quizá también me consumiría. "Ya, mi hora llegó, pienso que voy a morir ahorita, algo aquí realmente está muy mal, nada de esto está 'bien' ".

Me vi a mi misma muerta en el asiento del carro, preguntándome si mi marido ¿Podría lidiar con eso, qué pasaría, podría salirse del camino con seguridad o no podría salirse, a dónde se llavarían mi cuerpo, había ya pagado los recibos y encontraría lo que necesitaría para salir adelante? Avalanchas de pensamientos que no quería pensar. Me imagino que ¿A eso se refiere la literatura médica de ataques al corazón con lo de "un sentido de desastre inminente"?
 
Con lo que podía formar de la silueta de mi marido, el pánico lo había pegado al volante con su propia visión fija hacia adelante. No dijo ni una palabra y no necesitó decir ni una palabra, sabía lo que estaba sintiendo. En vez de llenarse de pánico era como si lo oyera pensar "No hay tiempo de ir a casa ni al hopital. Lo sentí presa de la desesperación y el miedo, mientras yo aceptaba que él podía hacer muy poco. Para entonce ambos sabíamos que no importaba a dónde nos dirigiéramos, no había el tiempo para lo que estaba pasando. Estabamos atrapados exactamente donde estabamos en esa carretera de dos carriles y lo que iva a pasar iva a pasar ahí y entonces.
Asombrada por la luz blanca brillante consumidora y aterrorizada de que me moría, podía sentir a mi esposo tratando de que le carro fuera más rápido. El blanco había ya consumido todo excepto una silueta decreciente oscura de los árboles, la silueta de los árboles en contra de los rayos blancos relucientes de luz. La luz era tan brillante que setní la necesidad de cubrirme los ojos. Tenía un miedo intenso de que la luz me consumiría si miraba a otro lado y yo estaba en asombro absoluto de lo que estaba viendo.
De repente una avalancha de náusea me llegó. Por varios momentos bajé mi cabeza y regurgité flema. Empecé a sudar frío y dirigí el aire acondicionado directo a mi cabeza. Cuando otra vez miré hacia arriba todo se había calmado repentinamente...como una tormenta furiosa que se calma abruptamente...todo se desvaneció a lo normal (excepto el dolor del pecho). El cielo claro azul enfrente se miraba como un cielo azul normal otra vez. El campo de árboles verdes se miraba como el campo de árboles verdes normales.
Llegamos a casa. Exhausta por la experiencia me arrastré dentro de la casa. Tomé dos aspirinas y, sabiendo que tenía que rendirme a la ayuda médica, contemplé si deberíamos llamar a la ambulancia. Estaba tan desgastada por la fatiga, no estaba segura que podría regresar al carro. Tenía temor de hacer "ese viaje de carretera" otra vez.
Nos fuimos de regreso en el carro a la sala de emergencia del hospital y siendo este mi tercer viaje en una semana, nos dejaron sentados en la sala de espera por 35 minutos hasta que todos los que estaban enfrente de nosotros fueron llamados. Despreocupadamente me pusieron en una cama y me conectaron a un electrocardiograma. Entonces a remolino de actividad se incrementó. Les oí ordenar drogas como morfina y supe ahora que habían encontrado lo que no encontraron antes. El doctor de emergencias vino y en una tono nervioso no familiar, me informo que tuve un ataque al corazón "malo" y que ivan a luchar por mi vida directamente con cirugía

ECM DE PATSY (EE.UU.). CAUSA: PARO CARDÍACO POR POSTCIRUJÍA


Quiero contaros un poco acerca de mis antecedentes y luego pasar a contaros mi ECM.
Nací en Kansas, el corazón del cinturón de la Biblia, y me crié como una devota cristiana. Fui bautizada a los 12 años, y aprendí las palabras de Dios, todos los conceptos de cielo e infierno, tal como se enseñan en la Biblia, todo lo cual acepté y sin duda creí, para mí era… la verdad del Evangelio. Era muy religiosa. Señalo esto porque no tuve la “normal” ECM, lo cual es insólito si tenemos en cuenta mis antecedentes. En 1965, yo era madre de cuatro hijos y esposa de un instalador de líneas de la compañía eléctrica, y para poder llegar a fin de mes, yo trabajaba en un restaurante de auto-cine. Era diaconisa y maestra de escuela dominical en mi iglesia, mi vida giraba en torno a mi familia, mi iglesia y mi casa. En mi tiempo libre, jugaba dos veces por semana en una liga de bolos. Empecé a tener problemas con mi pierna izquierda, fallaba y no podía sostenerme sobre ella. Fui a mi médico y me recomendó que me extirpara las venas de mi pierna izquierda. Me aseguró que era una cirugía electiva y que estaría en el hospital tan solo 3 días.
A la semana siguiente la operación salió como estaba previsto, sin complicaciones. Al día siguiente me levanté y caminé por ahí. La única cosa insólita que recuerdo, fue que dos veces me encontré en el suelo sin recordar cómo había llegado allí. Al tercer día, me fui a casa, sintiéndome bien. Al día siguiente fui a casa de mi vecina, Perla (“Pearl” en el original), para una taza de té. Estábamos sentadas allí y de repente empecé a sentirme rara, le dije a Perla que me iría a casa a descansar un rato. Ella dijo que me acompañaría. Le dije que no, que me encontraba bien y que la vería más tarde.
Serían como las 14:30. Anduve por la calle y subí un corto terraplén en medio del aparcamiento techado. De repente me encontré flotando por encima de mi cuerpo, que yacía en el aparcamiento techado. No tenía ninguna sensación de movimiento y no estaba asustada. Estaba plenamente consciente. Miré hacia abajo y me pregunté por qué mi cuerpo yacía en el suelo y yo estaba en el aire. Pensé que era interesante cómo se veía mi cuerpo. Nunca antes había visto mi cuerpo desde este punto de vista.
Shirley, la vecina de enfrente, me vio caer y vino corriendo llamando a Perla. Ella y Perla recogieron mi cuerpo, lo llevaron a casa y lo pusieron en la cama, donde aún flotando, me posé en la cabecera, mirando a mis 4 hijos, parados a los pies de la cama, observando los fallidos intentos que se hacían para resucitar mi cuerpo.
Perla le dijo a mi hija que pidiera una ambulancia. Entró a la sala de estar y los llamó. Mi cuerpo vació todos los desechos y ellos estaban tratando de limpiarlo. Quitaron toda la ropa salvo una camiseta. Llegó la ambulancia, entraron dos asistentes, pusieron mi cuerpo en una camilla y lo metieron en la ambulancia. Le dijeron a Perla que entrara. Ella les dijo que yo acababa de volver del hospital a casa el día anterior. Shirley dijo que se lo diría a mi marido Bill para que se encontrara con nosotros en el hospital.
Mientras colocaban mi cuerpo en la ambulancia, yo flotaba junto a él. No me hallaba unida a él de forma alguna que yo pudiera determinar. Solamente pensaba que todo aquello era muy interesante. El conductor encendió la sirena mientras partíamos para el hospital. El asistente comenzó a tratar de resucitar mi cuerpo. Perla le estaba diciendo lo que había sucedido mientras él trataba de encontrar el pulso. Él puso una máscara de oxígeno sobre la boca de mi cuerpo y aplicó descargas eléctricas en el pecho 3 veces, tomando el pulso cada vez. A mitad de camino al hospital, paró y le dijo al conductor que apagara la sirena. Que estaba muerta. Perla empezó a llorar.
Me di la vuelta y estaba inmersa en la luz. Estaba rodeada por amor incondicional y aceptación total. Sabía que por fin estaba completa. Nunca antes había sentido semejante seguridad y serenidad. De repente, tenía todo el conocimiento. Todo lo que alguna vez había oído o conocido fue barrido. Supe que Cristo no había muerto en la cruz y que no existía el pecado o el mal. Supe que yo había existido desde el momento de la creación, y que voy a existir siempre, y que toda conciencia está en proceso de devenir (“and that all consciousness is in the act of becoming” en el original). Sabía que había vivido muchas veces en la realidad física y miré aquellas expresiones y observé cada una de ellas. Experimenté lo que significamos cuando decimos que tenemos libre albedrío y que todo lo elegimos. No hay absolutos. Observé cada pensamiento que yo alguna vez había escogido hasta su fin natural, y a cada persona  a la que había tocado. Sabía que yo era y siempre había sido una oradora (“speaker” en el original; también puede que deba traducirse como “altavoz”). Lo que significa que portaba información entre las entidades y sus expresiones. Yo estaba en la realidad física porque era hora para el ser físico de madurar y aceptar su responsabilidad por su creación y darse cuenta de que él crea su realidad. Supe entonces que debía volver porque mi papel aún no había acabado. También vi mi propia muerte, en 2010, ahogándome en mis propios fluidos corporales. Adquirí el conocimiento de que todo el mundo elige su propio tiempo y crea el método de su fallecimiento.
Me di la vuelta y estaba en la sala de emergencias del hospital. Allí estaban Bill, Perla, los asistentes de la ambulancia y dos policías. Una enfermera estaba de pie en la cabecera de la mesa en el que mi cuerpo yacía, cubierto por una sábana. El médico estaba furioso, diciéndole a Bill que yo había muerto por extrema desnutrición, a menudo producida por las dietas adelgazantes de las mujeres, insinuando, que mi marido tenía la culpa. Bill estaba tratando de explicarle que acababa de llevarme a casa desde ese mismo hospital tan solo un día antes y que era imposible que hubiera muerto en esas circunstancias.
Yo floté sobre mi cuerpo y me hundí en él.
Quiero contar lo que sentí cuando entré en mi cuerpo. Nunca he sentido tanta alegría. Estaba fascinada con este maravilloso cuerpo que yo había creado. Podía sentir la conciencia de cada célula de mi cuerpo. Podía sentir la alegría de la sangre mientras se precipitaba por las venas y la compartición de la creación de nueva vida mientras cada célula cantaba su energía. Realmente sabía lo que significaba la frase “yo canto el cuerpo eléctrico.” Estaba tan cautivada por esta maravillosa creación que todo mi yo había creado y la amorosa cooperación que existía entre todas las células que se habían unido para crear este maravilloso cuerpo llamado Patsy. Me uní a este canto de vida y le di las gracias a cada una de ellas y las alabé. Podía sentir la energía mientras viajaba por mis vías nerviosas hacia su destino. Qué vivo y vital era este cuerpo. Qué maravillosa creación era y qué bien trabajaba junto en perfecta sincronización en su exuberante celebración de la vida. Mientras vista (del verbo “vestir”) este cuerpo nunca olvidaré lo que experimenté en ese momento.

TESTIMONIO DE KATHI (ESTADOS UNIDOS). CAUSA: AHOGAMIENTO EN UN RÍO



Comencé a escribir esta descripción de mi ECM el 6 de octubre de 2007, 35 años después de que tuviera lugar. Esta experiencia en la que casi muero ahogada sucedió unos quince años antes de que escuchase por primera vez el término “experiencia cercana a la muerte”.
Fue a finales de la primavera de 1972 en Kaukauna, Wisconsin, poco antes de que cumpliese 17 años. Era mi último año de instituto y aquel día nos daban el anuario. Por alguna razón que ya no recuerdo, ese día no había clase y teníamos que recoger los anuarios por la tarde, lo que nos dio a mí y a la que había sido mi mejor amiga desde sexto curso una excusa para ir a hacer rafting al río Wolf con un amigo de Philadelfia que había venido de visita. Condujimos hasta Menominee y alquilamos una balsa. El agua corría con fuerza. Como sabía nadar bastante bien y había hecho rafting otras veces en aquel tramo del río, era imposible mermar toda la seguridad que tenía en mi misma, evitar ese arranque de valentía propio de la gente joven. No quise ponerme el chaleco salvavidas.
Nos lo estábamos pasando en grande enseñándole a nuestro amigo una de las cosas con las que más disfrutábamos los jóvenes que vivíamos en ciudades pequeñas. Mientras me dejaba llevar por la corriente empezamos a coger velocidad. Por encima de nosotros había un puente peatonal que cruzaba el río. Nos dimos cuenta de que en él había un hombre mayor haciéndonos gestos, indicándonos que nos echásemos hacia la izquierda.
No podíamos oírle aunque estaba gritando, pero nos quedó claro que estaba bastante agitado. Pensamos que tal vez necesitaba ayuda, así que intentamos maniobrar con la balsa para acercarnos al borde izquierdo del río. La corriente no nos lo permitía y nos esforzamos todo lo que pudimos para acercarnos a tierra. Sin embargo, la balsa se inclinó a medio camino y se dobló. Caímos de lleno en una corriente de agua, un agua casi helada durante esa época del año. Mis amigos consiguieron enderezar la barca y girar a la derecha, algo que yo no advertí hasta mucho tiempo después, pero yo caí hacia la izquierda, directa a un remolino.
El remolino me succionaba. No sabía en qué dirección iba, estaba muerta de frío y no podía respirar, el pánico me invadía mientras nadaba frenéticamente intentando salir de ahí. No sabía si estaba nadando hacia la superficie o hacia el fondo. Una voz (o un pensamiento) que decía “déjate llevar, deja que la corriente te lleve” me vino a la cabeza. Paré de nadar de inmediato y me sentí liberada, rendida ante algo que me superaba. La confianza fue un elemento crucial en todo aquello, confianza en que todo era como debía ser. Todo se volvió negro.
Toda mi vida pasó por delante de mis ojos como una película llena de viñetas, algunas como fotografías estáticas, otras como vídeos cortos, como si fuesen anuncios de televisión. No había sonido alguno que los acompañara y se sucedían de forma cronológica desde mi nacimiento hasta mi edad actual. Todavía recuerdo algunos flashes como por ejemplo verme a mí con dos o tres años, llorando en el porche porque me había picado una abeja por primera vez al matarla pensando que era una mosca* (yo lo veía desde atrás, como un espectador); la posterior rabieta en el suelo del comedor cuando mi madre quería ir al supermercado (visto desde el techo, como si flotase), cuando mi padre me regaló una maquinilla para depilarme el día que cumplí 16 años (visto desde el techo, flotando por encima de la mesa del comedor). Parecía que las imágenes llegaban muy rápido y se movían casi bailando atravesando mis párpados, algo parecido a lo que hoy se puede ver con unas gafas de realidad virtual. Esta experiencia pasó muy rápido, casi diría que en cuestión de segundos.
*(Poco tiempo después de que me sucediera todo esto, le pregunté a mi madre por los primeros flashbacks de la experiencia, pues de ser reales, no estaban ya en mi memoria. Me dijo que era verdad, había matado a una abeja a los tres años y había cogido una terrible rabieta a los pies de su vieja máquina de coser, la cual estaba el comedor en la época en la que empecé a ir al colegio. Por desgracia, no recordaba con certeza los otros momentos de los que le hablé).
Me sumí en la oscuridad más profunda. Miraba hacia los lados y no veía nada más. Pensé que tal vez tenía los ojos cerrados, así que lo comprobé a conciencia para asegurarme de que estaban abiertos. Esa voz en mi cabeza dijo “date la vuelta” y cuando lo hice vi una pequeñísima luz. Recuerdo haber pensado “estoy en una cueva” y sentirme en calma aunque me urgía llegar hasta aquella luz. Me aseguraba que no había nada que temer. Me movía suavemente, despacio, en paz, sin oír sonido alguno, como si flotase. No recuerdo haber hecho ningún esfuerzo para moverme, simplemente me deslicé a través de la oscuridad. A veces, si miraba a mi alrededor, podía ver a otras personas. Vi a un hombre mayor que caminaba con un burro, vi a mi abuelo paterno, que había fallecido años atrás, vi a más personas que caminaban en ambas direcciones, algunos despacio, otros tan deprisa que apenas podía distinguirlos.
La luz de la entrada de la cueva se agrandaba cada vez más conforme me acercaba. El brillo era increíble, no parecía una luz natural, pues era de un blanco muy puro mientras la luz natural suele mezclar otros tonos y colores. Conforme entraba en aquella luz me invadió de inmediato una increíble sensación de paz. Estaba en casa. A mi alrededor no había más que amor, aceptación y paz, sentimientos a los que me sentía fuertemente conectada. Lo más cerca que he logrado sentirme de esta sensación posteriormente en mi vida fue durante el nacimiento de mis dos hijos.
Un pensamiento me vino a la mente. Me pregunté por qué había llegado a ahí tan pronto. Estaba insegura, preocupada, empecé a desorientarme, a pensar para mí misma “¿dónde estoy? ¿qué lugar es este?” la voz en mi cabeza parecía haber notado mi repentina preocupación y, como si me leyese la mente, empezó a asegurarme que todo estaba bien, que en aquel lugar estaría segura y me devolvió los sentimientos de paz y amor que había sentido al principio. Me sentía cómoda, pero confusa y con cierta curiosidad. Pensé “¿puedes leerme la mente de verdad?” la voz pareció darse cuenta de que necesitaba una forma de comunicación más concreta para sentirme cómoda al cien por cien.
Así, la voz volvió a mi cabeza: «¿qué forma debería adoptar para que te sintieses más cómoda?» «¿A qué te refieres?» Pensé. «Hay quienes desean que sea un hombre sabio y anciano, otros una mujer, o incluso un animal. Todos de distintas razas, edades, tamaños y especies. ¿Qué forma prefieres tú?», «Humana». Tras esto, la luz empezó a descomponerse simultáneamente en unos rayos de colores increíbles que fueron intensificándose dando lugar a una forma más sólida. Cuando la luz se hubo moldeado hasta parecer una figura humana, algo semejante a un molde para galletas con forma de muñeco, un hombre de jengibre, pensé «así es suficiente, ya me siento cómoda». La forma podía moverse y era tridimensional. Estaba compuesta de luz en su totalidad y de cada una de sus partes emanaban rayos de vivos colores. Vi de nuevo aquel color años después, cuando vi por primera vez material iridiscente. En su presencia me sentía segura, llena de amor y paz, y nos comunicábamos en todo momento a través del pensamiento. 
Este Ser quería saber que voz prefería, si de hombre, de mujer, de niño, etcétera. Elegí la voz de un hombre (una elección interesante y que considero actualmente digna de análisis). No recuerdo ninguna conversación sobre qué idioma prefería utilizar. Quería saber cómo llamar a este ser luminoso, así que empezó a decirme todos esos nombres que las distintas culturas del mundo le dan a Dios. Le interrumpí, “Dios” dije, ese me servía, aunque en aquellos años no estaba siquiera segura de si creía en Dios. Fuese lo que fuese en realidad aquella luz, la reconocí como pura energía. La verdad es que nunca le he puesto el nombre de Dios, pero reconozco que probablemente muchas otras personas la habrían llamado así.
Empecé a comunicarme. ¿Dónde estaba? En mi hogar, un lugar que me resultaba familiar, en el que había estado antes muchas veces. La luz quería saber qué estaba haciendo allí. Yo también quería saberlo. Me dijo que era muy pronto, que todavía tenía trabajo que hacer. ¿Qué trabajo? Sería capaz de descubrirlo yo sola, tendría que volver, pero no quería, quería quedarme. Me invadió la tristeza. Entendí que era mi deber volver y que no me lo habrían pedido si fuese incapaz. Me di cuenta de que tenía que hacerlo, pero estaba asustada. La luz me facilitó un acompañante para guiarme y volver sana y salva. Yo seguía negándome, pero la compañía me resultaba reconfortante (cuando estaba en la universidad, seguí reviviendo en sueños esta experiencia y en ella podía ver que mi guía era mi abuelo materno, el cual había muerto aproximadamente un año antes de mi accidente). Me quedé un instante más para disfrutar de aquella sensación de paz y amor que lo abarcaba todo, de aquella luz tan pura, y finalmente me di la vuelta para volver.
Viajé rápido a través de la cueva oscura, parecía más rápida que la propia luz, y no recuerdo haber visto a nadie en el camino. Un segundo después había vuelto a mi cuerpo, estaba fuera de la oscuridad y había salido a la superficie de ese río que me había succionado, pudiendo respirar por primera vez. Todo lo que me había pasado no debía haber durado más de uno o dos minutos. Me había liberado al fin del remolino y la corriente me estaba llevando a unos rápidos.
Estaba preparada para luchar por sobrevivir. Me di cuenta de que si no me giraba para que mis piernas apuntaran río abajo, seguramente al ir de espaldas me golpearía la cabeza con una roca y moriría, así que empecé a moverme hasta que logré descender de frente. Toda esta información la había oído alguna vez en la radio o en la televisión, en un programa en el que promocionaban unos cascos de moto. Decían que podías vivir con las piernas rotas, pero no con el cerebro echo papilla. Es gracioso lo que le viene a uno a la cabeza en situaciones de emergencia. En aquel momento estaba flotando como un tronco por los rápidos, pero seguía sin poder usar los brazos de forma efectiva para salvarme. Decidí que lo mejor que podía hacer era ponerme bocabajo, pues aunque me costase levantar la cabeza para tomar aire, al menos podría usar las manos para intentar tocar el fondo, agarrarme a algo que me permitiese maniobrar o dirigirme al borde del río.
Me quedé flotando así un rato. Daba una brazada de mariposa para sacar la cabeza y respirar y acto seguido intentaba agarrarme a las rocas mientras me llevaba la corriente. Después de lo que se me antojó una eternidad, y tras muchos, muchos intentos, mi técnica tuvo éxito. Logré agarrarme a una roca lo suficientemente pequeña como para poder rodearla con los brazos y no estaba muy hundida, así que podía tener la cabeza fuera del agua. Me quedé ahí unos instantes, pues apenas me quedaban fuerzas y además me dolían los pulmones por el agua que había inhalado.

TESTIMOMIO DE MARGARITA (ESPAÑA). CAUSA: QUEMADURAS. LA EXPERIMENTADORA ES MONJA

ábamos juntos en familia celebrando un cumpleaños e hicimos al final una queimada gallega (Queimada: Bebida caliente, originaria de Galicia, que se prepara quemando aguardiente de orujo con limón y azúcar). Cuando ya ardía la queimada, mi hermana quiso añadir más aguardiente al que ya estaba ardiendo el el recipiente adecuado. Entonces se formó una bola de fuego que, debido a la corriente de aire, se dirigió hacia mí. Como llevaba ropa de algodón, no prendió la ropa, pero sí mi larga y abundante melena. Fui consciente de que ardía. Me protegí la cara con los brazos y traté de alejarme de modo instintivo del lugar donde procedió el fuego, con lo que me acerqué a la ventana y con ello a la corriente, lo que avivó el fuego, pareciendo (según me dijo después mi familia) una semi-antorcha humana.
Casi instantáneamente tuve tres experiencias seguidas, una tras otra.
En la primera (más "corporal") fui consciente de que el fuego me envolvía y de que estaba ardiendo. Recordé las escenas de películas en las que había visto personas ardiendo y sabía que yo entonces era así. No podía creerlo "me está pasando a mí" "a mí"... Y no era una película. Era la realidad. Estaba paralizada por el miedo. Notaba el fuego quemando mi piel, lo sentía, lo oía...
Entonces sentí como si Alguien (porque era una Persona) tirase de mí hacia dentro de mí misma. Como si me habitase un pozo sin fondo y yo "caSie" sobre él. No sentí que saliese de mi cuerpo, sino que era como si más bien entrase en lo más hondo de mí misma. Podría llamarlo "túnel" y había Luz al fondo, o más bien había Alguien lleno de amor que irradiaba esa Luz y estaba al fondo de ese pozo sin fondo. Y me fue envolviendo Paz y Amor ilimitados. Desapareció el fuego, el salón de mi casa, mi familia, el miedo... y sólo me invadía esa Presencia que me amaba en ese fondo. Comprendía la importancia del Amor.
Según "bajaba" vi dos imágenes como dos "fotografías" en mi interior: la del convento donde quería entrar como monja y la del chico que me gustaba y del que me estaba enamorando. Ví las dos imágenes y me sentí impulsada a hacer una elección. Elegí el convento interiormente y "desapareció" la imagen de ese chico.
Entretanto fui levemente consciente de que alguien tiraba de mí hacia el suelo, y comprendí el mensaje: "déjate caer". Yo no sabía más. Luego supe que fue mi padre que tras tratar de apagarme con sus propias manos sin éxito, decidió tirarme al suelo, donde no habría tanta corriente y sería más fácil apagarme. Yo me dejé caer al suelo suavemente.
Continué "descendiendo" y acercándome a esa Luz, olvidada de nuevo de todo lo demás.
Entonces (y esta es la tercera experiencia) oí los gritos de desesperación de mi hermana que repetía: "¡Dios mío! ¡He quemado a mi hermana!". Como en una "sacudida" volví a tener conciencia de la realidad: el salón, mi familia, el fuego... Pero no volvió el miedo, ni sentía ningún dolor, sólo sentía ese Amor que seguía envolviéndome. Sentí la necesidad de transmitir ese amor. Entonces dije en voz alta y clara: "¡Os quiero! ¡Os quiero mucho! ¡Os quiero!". No sabía cuanto tiempo llevaba ardiendo ni si podrían apagarme, ni me importaba. Nada era importante salvo ese AMOR.
Entonces un matrimonio amigo invitado a la cena reaccionó y me apagaron con un cojín.